Monday, July 31, 2006

La maldición de los relojes


En una parte del mundo, muchos años atrás.

Las personas que poblaban la tierra vivían felices llevado a cabo sus actividades a medida que el sol realizaba su visita diaria, sin necesidad de ser extremadamente estrictos con respecto al horario.

Se levantaban cuando el sol asomaba y comenzaban con sus actividades diarias. Cuando el sol estaba arriba, era hora de almorzar. Luego, cuando bajaba y no había tanta luz natural, entonces era hora de volver a casa, cenar, estar un rato en familia si se tenía y acostarse (En otros casos, el ocaso era el momento perfecto para despertar y salir de la casa. Burdeles y boliches siempre existieron).

Y aunque en los tiempos de hoy resulte complicado imaginarse el hecho de despertar sin el insoportable sonido del despertador, ésta gente lo lograba, es más: era feliz sin el despertador. Pero todo lo bueno llega a su fin en algún momento. Y ésta perdida de la felicidad tiene mucho que ver con los relojes y el maldito tic –tac.

La ambición del pueblo pudo más y sin hacer caso a los terribles maleficios que tantos brujos habían puesto sobre éste impensable tesoro, invadieron las montañas y se llevaron cada moneda de oro a casa.

La primera noche de victoria hubo una fiesta: vino hasta que acabaron con la cosecha de uvas de la región. Y cuando estaban tan inconscientes por la borrachera, fue cuando un brujo viejo se acercó al jefe del pueblo y le entregó una caja (probablemente el brujo era suizo). “Otro tesoro más” pensó el jefe.

Pero no era nada parecido a las monedas de oro. Nada parecido a ningún tesoro, era una maldición. El pueblo robó el tesoro de los brujos y éstos se cobraron con creces su venganza: le entregaron un reloj.


Emma.

1 comment:

Emma said...

No se me habría ocurrido incluir a los espejos a mi larga lista de "odios", porque la recurrente idea de que te transporta a otro mundo me llama la atención. Pero comparto lo del maldito que inventó el reloj.
Emma.