Sunday, November 22, 2009

Pedazos de cliché desparramados en la mente


La insoportable levedad del ser,
Milan Kundera. 1984
316 páginas. Editorial Tusquets.
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En la contratapa leí que el propio lector iba a encontrarse dentro de la historia. Pero no pensé que fuera a ser tan literal.
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A Teresa le gustaba pasear con un libro bajo el brazo. El pueblo (sucio) en el que vivía no entendía su mensaje, pero ella se sentía importante. Mandaba un mensaje que naufragaba antes de llegar al destinatario: ¡quiero más, yo puedo más!
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En un mundo donde lo importante era la cantidad de pretendientes, ella escuchaba a Beethoven. Tal vez fue por eso que sentí que la llegada de Tomás era parte del destino. El que le abriría las puertas a un nuevo mundo, con quién podría discutir de libros, de cine, de arte.
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El primer hombre tan diferente a todos los que conocía, el que rompía con todos los clichés. Ya no estaba dentro de la seguridad propia del cliché. Sus movimientos eran torpes y tímidos. Generalmente quedaba mal parada.
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Según Kundera, Teresa nació cuando le sonaron las tripas: al ver que Tomás leía un libro en un bar donde nadie leía, donde los hombres entraban a emborracharse.
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Una pena que yo sea una freaky de los finales felices.