Wednesday, July 21, 2010

Ocurrencias

Se me ha ocurrido que tal vez no sea necesario cerrar este blog. Es el miedo del final. Tal vez, me surge, puedo seguir explotando a la Emma que hay en mi durante un poco más. Me da tanta pena terminar esta etapa, lo que significa terminar con Otra sinfonía.

Llegado el momento tendré que tomar decisiones difíciles.

Friday, July 16, 2010

La ruta

La ruta es para mí como la pelota de fútbol era para Oliver Atom: mi mejor amiga. Nunca me abandona, siempre está pronta para iniciar la batalla cubriéndome la espalda. Por lo tanto, cada vez que tengo problemas, recurro a ella. Comportamiento no siempre sano, pero que brinda una oportunidad: la de volver a comenzar.

Siempre me gustó esa posibilidad, siempre la busqué. Un nuevo colegio, nuevos amigos, otro color de pelo. La posibilidad de ser de una forma en un momento, con ciertas personas, y de otra en circunstancias distintas.

Alambrado, pasto, vacas (muchas vacas) y árboles. Pero, además, la ruta presenta un sinfín de cosas más allá de la vista. Posibilidades, circunstancias y sueños. Toda una serie de imprevistos que se resuelven al momento, sin fechas ni cronogramas.

Me queda poco tiempo con Otra Sinfonía.

Sunday, July 04, 2010

Triste la gente que no sabe perder

Los ingleses resultaron ser una gran decepción. Pensaba que cuando Uruguay quedara afuera, alentaría al equipo inglés. Las cosas se dieron a la inversa y sigo alentando a mi cuadro. No es culpa de los once que están en la cancha que un árbitro dependiente y que corrió lento negara el golazo inglés ante Alemania, pero también es cierto que Alemania les metió un par más (para que se quedaran bien calladitos). Pues no alcanzó: ningún árbitro inglés pudo estar en el partido de Uruguay - Ghana. Ahora que llegamos a semifinales, que somos el único país fuera de Europa que está en semifinales, se encargan de enchastrar a nuestros jugadores.

Suárez no tuvo el mejor comportamiento, incluso Tabárez lo reconoció. Pero no fue racional, sino instintivo: la pelota no entra al arco y punto. Y tampoco es como que pasó de ser percibido, sino que se penalizó. ¡No es culpa de Uruguay que el ghanés haya errado el penal! Por favor, un poquito de cabeza, personas, tuvo la oportunidad de ganar cuando ya no quedaba ni un minuto más de partido y la pelota pegó en el palo. ¡Y dos penales fueron a la mano de Muslera!

Me molesta mucho el hecho de que a Uruguay siempre le toque bailar con la más fea. Porque hay feas y feas, pero a nosotros nos tocan las más de las más. Jugamos mejor y más limpio que Ghana, más allá de que fuera el último país africano, ahora nosotros somos el único americano. Y nos ganamos este puesto con el sudor de la frente de los muchachos en la cancha.

Así que se callan todos. ¿Dónde están los perfectos caballeros ingleses? Que cuando a Green se le escapó la pelota de las manos nadie dijo nada.

Saturday, July 03, 2010

Crónica de una úlcera (pero de una que vale la pena tener)


El apartamento de Flor y Guille hizo alusión a la publicidad de Leys: “Que nunca falten los amigos que no se dan cuenta que una casa no es el Estadio” (parafraseando). Por supuesto que no faltaron la Leys. Éramos una tribuna firme, dispuesta a gritar hasta quedar sin aliento. De la misma forma estaba el resto del país.

El partido nos hizo sufrir. Como canta No te va a gustar: “En el último suspiro, ay celeste regalame un sol”. No había más suspiros después de ese penal del Loco. Los ghaneses nos mataron. De la cancha salió el capitán y el cuadro se desarmó por un rato. Bajaron a Fucile, un pilar de la defensa (y casi me da algo cuando vi que no se movía), el árbitro levantó amarilla para los mediocampistas Pérez y Arébalo Ríos. Nos quedamos sin jugadores, sin ataque ni defensa. El primer tiempo terminó con sabor agridulce después de un gol demasiado genial (fue increíble porque fue bobo). Nuestro gol lo escuchamos antes de verlo: la señal de los vecinos viajaba más rápido que la nuestra. A partir de ese gol estuvimos pendiente de los vecinos, rogándoles que gritaran más seguido. Y en el minuto 120 nos cobran un tiro libre por una falta inexistente. El árbitro tenía los ojos puestos en Ghana, igual que el resto de África, el país que mantenía despierta la ilusión de todo un continente. Pero bien lo dijo nuestro capitán: “En casa tenemos más de tres millones que valen más que el resto” (parafraseando, otra vez). Los muchachos no se dejaron vencer, están acostumbrados a bailar con la más fea, a que nada sea fácil. A pelear hasta las últimas consecuencias. Entonces llegaron las manos de Suárez, instinto básico de protección: la pelota no puede entrar al arco, es lo que defienden en todo el terreno con los pies, pero en el área chica la razón queda lejos. ¡No fue la mano de Dios! No, fueron las de Suárez. Y se penalizó. Un penal al minuto 120. Mi interior seguía convencido de que el partido contra Holanda era nuestro, pero tenían un penal al final del alargue. Todavía podía errarlo. Era un pequeño atisbo de esperanza. En el apartamento de Florencia se hizo el silencio. Escuchamos a los vecinos. No podíamos creer cuando la esperanza se hizo realidad. No vi el penal. Los vecinos gritaron de alegría y nosotros saltamos cuando el ghanés pateaba. Nos abrazamos y cantamos como si hubiéramos ganado. Es que después de que el equipo contrario errara el penal toda la ilusión de jugar contra Holanda renació. Todo era posible otra vez, podíamos tocar el cielo con las manos.

Penales. Tensión y silencio. Había leído en una estadística que el equipo que comenzaba tirando los penales era el que ganaba. Y comenzó Forlán. Golazo. Gol con la marca registrada del segundo capitán, del que supo suplantar a Lugano en la cancha. Pero Ghana vino con la revancha de su penal que pegó en el palo (gracias repeticiones por existir). Victorino supo dónde embocarla. ¡Y el tercero de Ghana no! Muslera cada vez que ataja se vuelve más bonito. Esas manos tienen ángel, esos ojos son de águila. Maxi Pereira no pudo asegurar la victoria. ¡PERO MUSLERA NO ES EL GOLERO POR NADA! Atajó otro penal más. Otra vez, saltamos en el piso, en las sillas, gritamos por la ventana. Y los vecinos no se quejaron, ni se enteraron, porque todo Uruguay se unió en un solo grito de alegría. ¡Muslera, carajo! Y para rematar, literalmente, el Loco, que por algo tiene ese apodo. Que sabe cómo demorar, cómo impacientar al rival, cómo tomar carrera para PICARLA. Para que la pelota se eleve despacio y entre al arco apenas tocando la red, para que el arquero contrario la vea entrar y sea testigo de su derrota. El loco dio la vuelta hasta sus compañeros. En el banco los heridos se olvidaron de sus lesiones, en Uruguay, los más de tres millones nos olvidamos del pasado. Salimos a festejar los cuarenta años que no llegábamos a ser los mejores cuatro equipos del mundo. ¡Qué placer este equipo! ¡Qué placer Maestro Tabárez! ¡Pero qué lindo que es ser uruguaya, por Dios!

18 de julio era una fiesta, desde el Obelisco hasta la plaza Independencia, donde había una pantalla gigante. No importaba nada, ni los partidos políticos ni la profesión ni el color de la piel. El país salió a la calle con lo que tenía puesto: pijama, pelucas y calzoncillos, de todo se vio en la avenida. Planchas agitando con entrajados, todos cantando que somos celestes, que vamos a volver a ganar como la primera vez y alabando a las manos de Suárez. A paso tranquilo, aplaudiendo, levantando los brazos, ondeando banderas sobre el cielo oscuro de una tarde de invierno que nos regaló un calorcito otoñal. Personas en el techo de los ómnibus, de los quioscos de revistas, trepados a los semáforos o a los carteles de las calles. Todo era una fiesta, todos festejábamos. Y si nos cruzábamos a alguna persona seria, entonces le gritábamos “Uruguay, nomás” y la persona festejaba con nosotros. El insistente sonido de las trompetas uruguayas no molestaba.

Uruguay se vistió del color del cielo.

Había decidido que si perdíamos no me molestaba, después de todo, al ver la complicada selección que tuvimos en América, ¿Quién daba dos pesos por nuestra selección? Pero la esperanza es lo último que se pierde: ver entrar al equipo, escuchar y cantar el himno y ver a Lugano pasando nuestro escudo con el equipo contrario, todo nos daba para adelante. Empatamos el primer partido, le ganamos al local y vencimos a México. No sólo pasamos la primera ronda sino que fuimos los primero del grupo. Uruguay nos ilusionó, nos dio tantas alegrías en este último mes. Que ya no importaba. Habíamos llegado a cuartos de final y parecía suficiente. Pero durante el partido cambié de opinión, por más cartas anti racismo que se leyera antes del partido, fue un juego sucio donde el árbitro mostró que tenía una clara inclinación a favor de los rivales. Pero lo dijo el Maestro: ningún árbitro puede vencer a un buen equipo. Y vaya que han demostrado ser buenos.

Ellos son excelentes y a mi me llena de orgullo que representen a mi pequeño país.