Monday, May 25, 2009

Las ideas y las palabras pueden cambiar al mundo

"No leemos ni escribimos poesía porque es bonita. Leemos y escribimos poesía porque pertenecemos a la raza humana. Y la raza humana está llena de pasión. La medicina, el derecho, el comercio y la ingeniería son carreras nobles y necesarias para dignificar la vida. Pero la poesía, la belleza, el romanticismo, el amor, son las cosas que nos mantienen vivos".
La sociedad de los poetas muertos.


Los de comunicación somos la risa de las otras facultades: los que miramos películas, los que tenemos que grabar en radio, los que escribimos todo el tiempo. A nosotros nadie nos toma en serio, nos distinguen por la ropa: ¿no usa pantalón de vestir? ¡Comunicación! ¿Tiene un gorro de lana? ¡Comunicación!

Pero la verdad es que somos los únicos que reímos todo el tiempo. Nada más hay que entrar en la cafetería en plenos parciales para darse cuenta (más allá de los pantalones de vestir) que somos los de comunicación. No tiene nada que ver con la (supuesta) falta de exigencia, porque, puedo asegurar, que no es así. He pasado hasta tres noches seguidas en vela haciendo trabajos para entregar y estudiar para un parcial me consume días enteros. Supongo que lo de las risas en la cafetería tiene que ver con un tema de gusto: el que estudia comunicación lo hace porque le gusta.

Algunos quieren buscar la verdad, otros inventar un mundo mejor, algunos locos piensan en cómo vender más productos innecesario y también están los que siguen a los políticos a diestras y siniestras. Si bien a todos nos gustaría que se nos prendiera la lamparita y llegara una idea genial que nos haga millonarios, si estudiamos comunicación es porque no nos motiva el dinero. Amamos lo que estudiamos, por eso sonreímos.

No importan las 14 películas que me tuve que ver en dos días ni las noches en vela ni las pasantías mal pagadas. Por eso también es que cuando llega un tipo y nos cuenta que su único incentivo para poner una empresa de cultura fue hacer plata, todos nosotros rechinamos los dientes. Sabemos que lo fundamental en la empresa es la rentabilidad, pero tiene que haber algo más profundo, decimos.

Es cierto que el mundo no necesita sobre poblarse de comunicadores mal pagados, con ideas locas, muchas poco realizables y ciclotimia. Somos pocos, pero tenemos que ser buenos. ¿Por qué? Bueno, ¿Qué hace el abogado cuando sale del escritorio? ¿O el contador cuando cierra la oficina? ¿A dónde llevan las madres a los niños los fines de semana largos? Van al cine, prenden la tv, leen un diario, un libro. Deciden el voto, compran una marca o la otra. Los contadores, médicos y abogados tendrían que agradecernos la libertad de sus momentos libres. Es gracias a nosotros que logran realmente salir de la oficina, fumarse un pucho (de tal o cual marca), tomarse una copa (de tal o cual cava).

Pero nosotros no exigimos nada, porque, en realidad, no lo hacemos por ellos: lo hacemos por nosotros, porque nos gusta, nos divierte y nos deja vivir. Así que, futuros ingenieros y contadores: ríanse de mí al menos yo soy feliz con los parciales.
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Especialmente dedicado a mi prima postiza y a mi hermano menor. Con cariño, sí, y por todas las horas del verano que me quemaron la cabeza en lugar de dejarme leer tranquila "GUIÓN", de Robert McKee. Los quiero.

Thursday, May 21, 2009

La buena nota


Todos queremos esos profesores que salen en las películas: de los que inyectan valor y sacan lo mejor de nosotros. Los necesitamos, de otra manera, no seguirían escribiendo sobre ellos. Pero también están los otros. Los que arrasan con las ilusiones, que le ponen punto final a los sueños y nos cortan las alas. Los sabelotodos convencidos de que conocen la verdad universal.

Me tocaron los dos tipos de profesores. Como buena ciclotímica, los dos que más influyeron en mí durante la facultad pertenecen uno a cada extremo. Lo malo de ver las dos caras de una moneda es que me tocó el lado positivo al principio y el que mata al final.

Amaya incrementó mi amor por la literatura. Logró pulir a la escritora miedosa y disléxico que tenía encerrada. No siempre con buenas notas, menos con buenas críticas, pero siempre y sin condición con simpatía, siempre con sus explicaciones de por qué esto y por qué aquello. Sus sabias palabras sobre cosas triviales me acompañarán por siempre: cantar a gritos y desafinando cuando se está cansada; baño de agua fría para los enojos; el amor es la única forma de salir de la mierda. Gracias a ella y a nadie más me tengo confianza con los textos: me gusta escribir, a prueba está este blog.

Él, en cambio, es ajeno al mundo. No le gusta que lo toquen, ni que lo contradigan y hay algunas preguntas que se vuelven incómodas. Es un tipo al que la soberbia le gana a la inteligencia. De los que saben mucho pero se hacen querer poco. Confunden respeto con imposición y el sentimiento de régimen fascista en su clase es general. Así y todo lo quería. Como profesor, se entiende. Discutía con quien hiciera falta por defenderlo, por demostrar que él tenía razón. Y la tenía. En cada corrección, en cada mala nota están reflejadas sus dos características: inteligencia y soberbia. Faltan las felicitaciones, las sonrisas, las palmadas en la espalda. A veces el extravío es tan grande que con sólo mirarlo me dan ganas de luchar por ser mejor. Otras necesito darle una buena cachetada. Nunca lo consigo, por supuesto. ¿Qué sentido tendría conseguir, al fin, un aliento de ánimo antes de fin de año? Cada vez que salgo de la clase me pregunto qué hago en esa materia, ¡por qué no dejo esa materia! Y antes de querer acordar me encuentro, otra vez, repitiéndome que no voy a dejar que este tipo decida sobre mi vida.

Será cierto que escribo horrible, será también que no valgo la pena. Pero la opinión egocéntrica y negativa de él cada vez cuenta menos.

Tuesday, May 19, 2009

Tareas poco productivas


Lo que más me gusta del frío son esos pocos momentos en los que puedo desparramarme en el sillón de la casa de mis padres y perder horas haciendo cosas poco productivas, como dejar que el fuego me hipnotice o mirar la mancha de humedad sobre la puerta. Café caliente en la mesita y una frazada.

Pero hay veces que es diferente. No pierdo el tiempo, sino que lo invierto. Miro películas, canto (horrible) con Judy Garland y dejo que Greta Garbo me haga llorar. Los libros buenos (y otros que no lo son tanto) me atrapan, me llevan a otro mundo. Camino por la muralla China con Kapuscinski, difiero como Bruno y Michel, y espero, paciente, como Ann Elliot.

El mundo pasa y yo lo analizo debajo de mi frazada. Analizo demasiado, quizás. Cuando no consigo las respuestas, las invento y surge una nueva historia. Otra manera de asustar a mis amigos, otra razón para saber que mi cabeza está en las nubes, que lucho por dejar los pies en la tierra.

Es difícil dejarse volar cuando al lado hay personas enterradas. No está bueno ser una soñadora cuando la física demuestra la posibilidad o imposibilidad de las cosas. Tal vez sea cierto que la matemática lo prueba todo, pero no necesito todas las respuestas, sino ¿qué espacio queda para la imaginación? ¿Dónde entra la mentira?