Monday, December 28, 2009

Sobre controlar los impulsos

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Saber que nunca llegaré a decir "gracias" en la cantidad suficiente.

Nunca fui buena con el autocontrol. Para la mayoría de las cosas de la vida carecía autocontrol casi al 100%. Se me ha dado por pensar que habría sido una excelente paparazzi de haber seguido siendo como era a los dieciséis. Ese mismo impulso que me llevaba a ser grosera con quien me trataba mal, o perseguir por toda la fiesta a un muchacho bonito, era el que me llevaba a escribir sin parar la primera idea que se me cruzaba por la cabeza. Durante las diez primeras hojas casi no respiraba, no comía, no dormía. Una vez que me detenía, volver a empezar era casi imposible. Pero las pocas veces que sí era posible volver a comenzar y seguía escribiendo en cuotas, me daba cuenta de que, al llegar a la página treinta estaba des-norteada. Los detalles que había escrito en las impetuosas primeras páginas estaban olvidados, no me acordaba a dónde quería llegar. Mis personajes se trancaban en los diálogos. Y, sobre todo, la historia dejaba de resultarme interesante. Moría otra idea a manos de una irreverente adolescente apurada e impulsada por el ya.

Esa tarde sucedía otra vez. La divertida historia de tres viejitas ladronas se volvió compleja. Perdí el norte, no encontraba razones. “¿Puedo cambiar de historia?”, le pregunté convencida de que no se iba a negar, después de todo él era compasivo (al menos tenía cara de serlo). Para mi sorpresa su no fue casi rotundo. Sin darme motivos me dijo que ya la había empezado, así que debía terminar esa historia.

Odio hacia a la persona que es capaz de ponerse horarios. De tal hora a tal hora se sienta y trabaja su historia, después trabaja. ¿Cómo hace? Me preguntaba. A mi las ideas se me vienen una vez y tengo que estar pronta para lo que pueda suceder, si no registro el momento, vuela la idea. Pues él no, él confiaba en el método. Ordenado, prolijo, cinchaba con sus ideas de tal hora a tal otra, luego cambiaba la mente.

Entonces me contó sobre las historias inconclusas: empezar a escribir una historia porque se tiene una idea potente, pero ante el mínimo estorbo la dejamos. La solución no es hacer a un lado esa idea potente, sino buscar salidas alternativas. “Empezaste esa historia, ahora teminala”, que no sea otro impulso adolescente, demostrá que creciste, que maduraste. De ahora en más pensá en salidas alternativas. De ahora en más sé ordenada. “No grites”, me decía con una sonrisa. “¿Por qué?”, me preguntaba cada vez que iba con una salida asombrosa a mi estorbo. Entonces, sin la respuesta a esa pregunta me daba cuenta de que mi solución era peor que el problema y de ahí otra vez a pensar.

Con él me comía el orgullo, cada vez que debía mirarlo me olvidaba que soy una persona orgullosa. Me mordía la lengua antes de replicar, trataba de no hablar cada vez que me enojaba. Falta de tacto, soberbia, inmadurez emocional. Pero me hizo ser una persona más fuerte. Buscar segundas opiniones, estar segura de que siempre iba a estar ahí (aunque no siempre con una sonrisa). Mientras la idea valiera la pena, él me iba a apoyar.

Thursday, December 24, 2009

felices fiestas

Los mejores deseos para el mundo y todos sus habitantes.

Sunday, December 20, 2009

De la nada

En verano surgen las mejores frases.

Quizá sea por la falta de actividad.

Los artistas no son vagos, no se pasan “haciendo nada”, sino que crean de la nada.

Sunday, November 22, 2009

Pedazos de cliché desparramados en la mente


La insoportable levedad del ser,
Milan Kundera. 1984
316 páginas. Editorial Tusquets.
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En la contratapa leí que el propio lector iba a encontrarse dentro de la historia. Pero no pensé que fuera a ser tan literal.
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A Teresa le gustaba pasear con un libro bajo el brazo. El pueblo (sucio) en el que vivía no entendía su mensaje, pero ella se sentía importante. Mandaba un mensaje que naufragaba antes de llegar al destinatario: ¡quiero más, yo puedo más!
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En un mundo donde lo importante era la cantidad de pretendientes, ella escuchaba a Beethoven. Tal vez fue por eso que sentí que la llegada de Tomás era parte del destino. El que le abriría las puertas a un nuevo mundo, con quién podría discutir de libros, de cine, de arte.
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El primer hombre tan diferente a todos los que conocía, el que rompía con todos los clichés. Ya no estaba dentro de la seguridad propia del cliché. Sus movimientos eran torpes y tímidos. Generalmente quedaba mal parada.
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Según Kundera, Teresa nació cuando le sonaron las tripas: al ver que Tomás leía un libro en un bar donde nadie leía, donde los hombres entraban a emborracharse.
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Una pena que yo sea una freaky de los finales felices.

Sunday, October 25, 2009

Adios Marat!

"La perfección del estilo consiste en que este sea claro sin ser vulgar. (...) Será distinguido y superior al vulgar el que utiliza palabras extrañas. Por extrañas entiendo palabras exóticas, la metáfora, la prolongación y cualquier forma que se aparte del discurso ordinario. (...) Así que la variedad de términos exóticos, metáforas, adornos y demás figuras, evitará que el estilo resulte vulgar y prosaico, mientras que las palabras comunes servirán para la claridad"
Aristóteles, Poética.

Ella solía ser grande. Tenía poderes, aunque la puntuación no fuera exacta y la distracción no le ayudara. Ella tenía la capacidad de crear frases como: "Caminó hasta la puerta de su casa como Dante en el tercer infierno" (cita de cierto profesor) sin que nadie se lo impusiera. Las ideas volaban en su cabeza, susurraban sus oídos, caminaban en los huecos de sus zapatos.
Tenía la capacidad de disfrazar las palabras, de maquillar las metáforas. Podía ponerle máscaras hermosas a las batallas. Ella quería ser revolucionaria. Quería escribir hasta que los callos de sus dedos ya no dolieran, hasta que la cabeza se le secara de ideas y no quedara ni una pequeña servilleta libre de letras.
Pero le gustaba leer La Ilíada, el ballet y el cine clásico. Ella no tenía alma de Bukowski, el neorrealismo no llenaba su alma ni consideraba que el socialismo fuera la solución justa. Se aceptó: clásica, poco metódica, desordenada y ciclotímica.
Entonces descubrió que ya no tenía el don. Que su mala puntuación y pésima ortografía habían ganado la partida. No importaba la pasión, ni la decisión. Se había decidido que ella no valía la pena y, aunque llorara a mares, ninguna frase exótica, ningún símil interesante. Frases comunes, sin magia, sin encanto. Sin necesidad de ser leídas.

Una lanza atravesó su talón.

Saturday, October 10, 2009

Dicha

"Escribir debería ser una aventura rodeada de misterio e incertidumbre..."
Syd Field

Thursday, October 08, 2009

Soy


De repente descubrí que sus frases extrañas me sonaban sin sentido en lugar de inteligentes o superiores. De repente me di cuenta de que no estaba frente a un prodigio, sino frente a alguien que se tiene a sí mismo en un concepto demasiado alto. Una promesa de capacidad sin cumplir.

Leer tres libros no te hacen a una persona superior. A menos que esos tres argumentos se encuentren en el día a día. No digo que yo sea superior, porque miro tres películas y tengo el mismo problema.

Esas palabras que solían dejarme muda, sin poder unir dos frases de mediana mediocridad (que era lo más que podía aspirar) ahora me hacen reír. Yo soy más. Y no necesito demostrarlo.

Monday, September 14, 2009

Cocina: primeros encuentros


Hay personas a las que les gusta cocinar. Y hay otras a las que no. Yo entro en la segunda categoría. Aunque por costumbre se le va encontrando el gusto y es cierto que entre cocinar y lavar prefiero toda la vida cocinar, sigo sin ser fanática de la sartén. Soy la típica mala mujer que pone una torta en el horno y se acuerda que lo hizo cuando siente olor a quemado.

Safé de cocinar mientras vivía con mis padres, pero al venir a estudiar a Montevideo la suerte cambió. De pronto me vi ante la comida congelada o pasteles comprados con asqueroso sabor a plástico quemado. Era o la cocina o la desnutrición. Y me gusta bastante comer, así que me arriesgué a poner agua en la olla.

Me acuerdo que era junio. Había aguantado comiendo tomate y panchos hasta ese mes. El arroz nunca me quedó bien en el primer año de facultad: o le metía demasiada agua o no le metía suficiente. Mis amigas se reían de mi (¡Cómo no vas a poder hacer arroz! ¡Arroz, lo más básico!). Yo las dejaba reírse, sabía que era un desastre y los desastres siempre son graciosos.

Pero ese junio tenía ganas de comer fideos. Si hay algo más básico que el arroz son los fideos. Esa bolsa con moñitas amarillas que nunca se vencen y que nos quitan de todo tipo de apuros. Por supuesto que yo no sabía cocinar fideos. Y en el MSN no había ninguna amiga.

Pero estaba mi padre.

"Papá, ¿cómo hago fideos?". Risas, por supuesto. Cuando comprendió que yo no bromeaba (que REALMENTE no tenía idea si tenía que poner los cositos amarillos cuando el agua hiriviera o si tenía que ponerlos con el agua fría y esperar a que hiriviera) comenzó a tirarme la información por cuotas.

Yo corría de la cocina a la computadora. Leía un poco de información y volvía a revolver. Y volvía a poner la sala. El aceite. A probarlos: no entendía cómo me iba a dar cuenta que estaban prontos. Hasta que los pude sacar. No tenía queso rayado. Corrí hasta el almacén de la esquina, compré queso y un huevo, que papá me dijo que quedaba bien. Lo que papá no me dijo fue que el huevo era demasiado grande para mi pequeña proción de fideos con queso.

Almorcé mi propia comida. Más que nada porque tenía hambre y no había nada más. Pero era mía, la había hecho YO. No importaba que hubieran quedado crudos ni el huevo de más ni nada. Eran míos. ¡Y había decidido que el arroz tampoco me iba a ganar!




Friday, July 31, 2009

Resacas de noche en vela


1. Los dienes marrones de tanto tomar café. No hay Colgate "Triple efecto" que limpie los restos de café.
2. El brazo derecho tenso y con dolor de tanto tachar borradores, de corregir nombres, de agregar puntos y de quitar comas.
3. En la lista de reproducción sólo hay canciones movidas: rock n' roll y pop. De lo más oldie a lo último. Cher, Roxette y Sophie Ellis Bextor me acompañaron toda la noche.
4. La crema de limpieza para sacar el corrector de ojeras.

La doncella y la muerte, de E. Much.

Wednesday, July 15, 2009

Dumbo

Hacía calor. Mucho calor. Pero era el día X y el resto no importaba. Dumbo y su dueña llegaron puntuales al lugar de encuentro: a treinta cuadras de mi casa, que las tuve que caminar, porque ningún taxi acepta invitados caninos. Paso a paso con un perro que nunca había visto un semáforo y marcaba terreno en cada árbol y columna que veía. Después, otra vez las treinta cuadras de ida hasta la locación. Lo conseguí gracias a la prima de la prima de una prima que fue muy amable al confiarnos al perro de su hijo a mí y en el resto del equipo.

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Dumbo es un basset hound, un perro pesado y haragán, que le cuelgan las orejas y lleva el hocico siempre contra el piso. No ve más allá de sus narices, tal vez por eso dejaba su rastro en cada arbolito del camino. Y en la pared de la casa de Nanda, donde íbamos a rodar el cortometraje. Pero fue la única vez, después siempre pidió: olía la puerta, metía el hocico en el ascensor o se ponía a correr como loco. Era bastante divertido verlo correr, porque se tropezaba con las orejas.

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Buscando m&m recorrimos todo un barrio de Montevideo. Mi amiga y yo nos turnábamos la correa. Esa correa que se soltó en pleno 18 de julio y casi termina en tragedia. Pero los reflejos de Magu son gigantes. De a ratos cinchábamos las dos juntas para mover al perro de los postes y sonreíamos cuando los peatones paraban para decirnos ¡Qué hermoso perro! Sí, un hermoso perro cansado de tanto caminar y que necesitaba agua para seguir marcando su mundo.

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Su papel era sencillo: tenía que poner cara de aburrido y hambriento, quedarse quieto y comerse a un pollo. Lo del pollo lo arreglamos con efectos y cortes, pero en su lugar comió varias papas fritas y mucho chocolate. Pasó de mano en mano, entre los directores, las actrices, las chicas de arte y las mías. Todos hacíamos lo que estaba en nuestro alcance para meter al perro en su personaje. Con más o con menos éxito, logramos que pusiera cara de pena y cara de contento.

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Dumbo consiguió su cometido. Al final del día consiguió entrar en el alma de un actor famoso y se puso gruñón. Salió fotogénico, con algunos errores de continuidad y comió mucho durante todo el día: comida para perros, nada; chocolates, muchos.

Thursday, July 02, 2009

Cita


"El amor es la única forma de salir de la mierda"

Amaya.

Wednesday, June 10, 2009

Crisis otra vez


-Ya sé que no te gusta como escribo. Pero ahora nada más tengo que salvar el curso, ¿si? No me voy a dedicar a eso y punto. Así que no me jodas más.

-¿Y qué vas a hacer?

Mira al techo buscando la forma de morderse los labios y no ser grosera. Pero fracasa en el intento.

-No te importa.

Tuesday, June 09, 2009

Sobre la política

Sobre la izquierda

Se denomina izquierda porque los que se identificaban con estos ideales estaban sentados a la izquierda en el parlamento de la República francesa (durante la revolución). En teoría todas estas ideas me parecen buenas. Me encantan las ideas de igualdad tanto política, social como económicamente. Lo que las teorías de izquierda pasan por alto es que el ser humano no es como los demás animales: todos tienen necesidades y deseos diferentes, entonces buscan formas distintas de cumplirlos. Si bien el fin último de todos es ser felices, esa felicidad representa diferentes cosas para cada uno. Eso es lo que las teorías de izquierda no contemplan. Y, básicamente, por eso no estoy de acuerdo.

Además, en un momento fuimos todos iguales. Al principio de la historia ningún hombre o “pre-hombre” tenía nada. Y, básicamente, la monarquía en su primera instancia se basaba en el respeto y en que cada cual haga lo que le toca, sin embargo, hoy es muy criticado. No era perfecto, por supuesto, pero nada de lo que haga el hombre puede serlo, porque el hombre es un ser imperfecto. Algunas cosas se pueden acercar o alejar a esa perfección, pero nada más.

Sobre la monarquía

Entonces, la monarquía en su primer momento con sus 3 estados: el clero, no podía faltar. La nobleza lo que hacía era defender su territorio. Cada noble tenía algo a su cuidado, por ejemplo, los marqueses dividían territorios. Ellos eran los que peleaban en las guerras y defendían a sus siervos. Ese Tercer estado gozaba de la seguridad del noble, la cual pagaba con trabajo.

Mentira que no se podía cambiar de clase social. Era difícil, mucho más difícil que hoy. Un siervo no podía ser noble. Pero su hijo podía ser caballero, si era uno muy bueno incluso podía ser nombrado “baronet” y comenzar a integrar la nobleza, porque ese es un título heredable, el más bajo, pero nobiliario al fin.

Sobre las revoluciones

Lo del Rey como colocado por Dios fueron locuras de Luis XIV que a muchos se les dio por seguir. Y así terminaron: en revolución. Todo lo que la monarquía había conseguido en XVIII siglos, desapareció en uno. Con Madame le guillotine de la mano, los ciudadanos hicieron correr a todos los perfumados franceses a Inglaterra. Los que conservaban la cabeza.


Sobre la Madre Rusia y los hermanos de la patria franceses

Pueden agradecerle los rusos a Catalina II todo su territorio. Después vengan los machistas a dar perorata: ella conquistó con tratados y guerras más que cualquier otro Zar antes. Y ni siquiera era rusa de nacimiento.

Ahora, la revolución rusa me encanta. Al igual que la francesa. No me hallo en el pensamiento político de ninguna de las dos. Sin embargo, la cantidad de sangre derramada en la francesa capta mi atención. Y la rusa me encanta porque me sorprende de qué forma estas personas fueron capaces de salir de algo malo para meterse en algo peor (la URSS). Y luego salieron de la URSS, ¡para estar igual de perdidos!

Las dos revoluciones comenzaron de la misma forma: con la banca rota. En una se culpa a María Antonieta, en la otra a Alexandra. ¿Será o la historia estaba escrita por hombres? Desde tiempos ancestrales las mujeres nos quedamos con la peor parte: Pandora abre la caja que trae todos los males al mundo y Eva tienta a Adán para que pruebe la manzana.

Una terminó con Lenin y su plan para el desarrollo. Luego dos más, luego Stalin que llevó a la URSS a ser potencia mundial a causa del hambre de su pueblo, luego Kruschev, que fue más humanista pero casi funde el Imperio. La otra con el Directorio, luego con Napoleón, luego que sacaron a Napoleón, él volvió, y lo volvieron a sacar.

Sobre el Imperio donde nunca se pone el sol

A todo esto, me gustaría resaltar la inteligencia de Su majestad Inglaterra. Los puntuales, astutos y traicioner

os ingleses que gobernaron la mitad del mundo hasta que su hijo, Estados Unidos, lo destronó. Gobernaron el mundo con perfil bajo. Después de todo, cuando se nombra a los locos que trataron de conquistar el mundo, los que se llevan el genérico son: Hitler (primero porque lo intentó hace menos tiempo) y Napoleón. Alejandro Magno y Julio César no se cuenta porque a esta altura son grandes héroes de la historia antigua. Sin embargo, Inglaterra, jugando de callado, se ganó al mundo. Un ejemplo claro es que gracias a ellos debemos nuestra independencia: un país pequeño, insignificante para la historia de esta potencia ganó su nombre gracias a los intereses económicos de Inglaterra.

Su antiguo régimen monárquico se actualizó cuando fue necesario: la revolución silenciosa y sin sangre, para contrarrestar con los del otro lado del Canal de la Mancha. Su reina figura y una familia real que es farándula para algunas revistas. Y, cuando fue necesario, los anti-monárquicos llegaron al poder.

¿Todos contentos? Por supuesto que no. Qué mundo tan aburrido tendríamos si todos estuviéramos de acuerdo.

Friday, June 05, 2009

Los fines de semana


Ropa de dormir, un rodete apurado y pantuflas. A un costado están las mil tazas con restos de café que fui acumulando desde el día anterior. Y mis dedos que se mueven sobre el teclado. A veces se detienen, piensan un poco y continúan.

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Qué lindos son los fines de semana sin despertador ni apuro. A veces caigo con los arrolladitos primavera de la feria, otras sólo me alimento a café y galletitas.

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Están aquellos “móviles” que empiezan los jueves en un boliche, los vienes en otros, los sábados no se pueden quedar quietos y los domingos, destruida. También existen los “quietos” donde se duerme hasta el mediodía los dos días y como conclusión lógica, se pasa con sueño el resto del día.

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Pero también existen los del tercer tipo. A mi entender (y tal vez sea sólo a mi entender) los mejores. Son aquellos en los que, aunque no ponga despertador, una idea me saca de la cama y me sienta en la computadora. Cuando me paso todo el día desarrollando historias, creando mundos. Me tranco con mis propias palabras y no encuentro solución.

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Entonces mis amigos me llaman y después de decirme unas cuantas cosas porque preferí quedarme encerrada, me invitan a salir. Y vamos a tomar mate por ahí, tranquilos, a conversar de temas nada importantes. A alguno se le ocurre juntarnos a cenar. Entonces vuelvo a casa de madrugada, con la cabeza llena de ideas vírgenes y jugosas que desean llegar a la hoja para decorar mis páginas con imágenes.

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Cuando ellos entienden que si me quedo mirando a la nada me tienen que sacudir un poco para que vuelva al mundo real y no pierden más tiempo que ese en regañarme. Cuando leen las cosas que escribo y lloran, echan al resto de las personas la computadora o entran en ataques histéricos para que los dejen terminar de leer tranquilos.

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Los mejores y peores jueces son las personas que nos quieren y queremos. Con los que compartimos historias que influyen en las que se ponen en el papel. Los que tachan con tinta roja y dicen que no valen la pena y también los que le dan un beso con labial.




Monday, May 25, 2009

Las ideas y las palabras pueden cambiar al mundo

"No leemos ni escribimos poesía porque es bonita. Leemos y escribimos poesía porque pertenecemos a la raza humana. Y la raza humana está llena de pasión. La medicina, el derecho, el comercio y la ingeniería son carreras nobles y necesarias para dignificar la vida. Pero la poesía, la belleza, el romanticismo, el amor, son las cosas que nos mantienen vivos".
La sociedad de los poetas muertos.


Los de comunicación somos la risa de las otras facultades: los que miramos películas, los que tenemos que grabar en radio, los que escribimos todo el tiempo. A nosotros nadie nos toma en serio, nos distinguen por la ropa: ¿no usa pantalón de vestir? ¡Comunicación! ¿Tiene un gorro de lana? ¡Comunicación!

Pero la verdad es que somos los únicos que reímos todo el tiempo. Nada más hay que entrar en la cafetería en plenos parciales para darse cuenta (más allá de los pantalones de vestir) que somos los de comunicación. No tiene nada que ver con la (supuesta) falta de exigencia, porque, puedo asegurar, que no es así. He pasado hasta tres noches seguidas en vela haciendo trabajos para entregar y estudiar para un parcial me consume días enteros. Supongo que lo de las risas en la cafetería tiene que ver con un tema de gusto: el que estudia comunicación lo hace porque le gusta.

Algunos quieren buscar la verdad, otros inventar un mundo mejor, algunos locos piensan en cómo vender más productos innecesario y también están los que siguen a los políticos a diestras y siniestras. Si bien a todos nos gustaría que se nos prendiera la lamparita y llegara una idea genial que nos haga millonarios, si estudiamos comunicación es porque no nos motiva el dinero. Amamos lo que estudiamos, por eso sonreímos.

No importan las 14 películas que me tuve que ver en dos días ni las noches en vela ni las pasantías mal pagadas. Por eso también es que cuando llega un tipo y nos cuenta que su único incentivo para poner una empresa de cultura fue hacer plata, todos nosotros rechinamos los dientes. Sabemos que lo fundamental en la empresa es la rentabilidad, pero tiene que haber algo más profundo, decimos.

Es cierto que el mundo no necesita sobre poblarse de comunicadores mal pagados, con ideas locas, muchas poco realizables y ciclotimia. Somos pocos, pero tenemos que ser buenos. ¿Por qué? Bueno, ¿Qué hace el abogado cuando sale del escritorio? ¿O el contador cuando cierra la oficina? ¿A dónde llevan las madres a los niños los fines de semana largos? Van al cine, prenden la tv, leen un diario, un libro. Deciden el voto, compran una marca o la otra. Los contadores, médicos y abogados tendrían que agradecernos la libertad de sus momentos libres. Es gracias a nosotros que logran realmente salir de la oficina, fumarse un pucho (de tal o cual marca), tomarse una copa (de tal o cual cava).

Pero nosotros no exigimos nada, porque, en realidad, no lo hacemos por ellos: lo hacemos por nosotros, porque nos gusta, nos divierte y nos deja vivir. Así que, futuros ingenieros y contadores: ríanse de mí al menos yo soy feliz con los parciales.
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Especialmente dedicado a mi prima postiza y a mi hermano menor. Con cariño, sí, y por todas las horas del verano que me quemaron la cabeza en lugar de dejarme leer tranquila "GUIÓN", de Robert McKee. Los quiero.

Thursday, May 21, 2009

La buena nota


Todos queremos esos profesores que salen en las películas: de los que inyectan valor y sacan lo mejor de nosotros. Los necesitamos, de otra manera, no seguirían escribiendo sobre ellos. Pero también están los otros. Los que arrasan con las ilusiones, que le ponen punto final a los sueños y nos cortan las alas. Los sabelotodos convencidos de que conocen la verdad universal.

Me tocaron los dos tipos de profesores. Como buena ciclotímica, los dos que más influyeron en mí durante la facultad pertenecen uno a cada extremo. Lo malo de ver las dos caras de una moneda es que me tocó el lado positivo al principio y el que mata al final.

Amaya incrementó mi amor por la literatura. Logró pulir a la escritora miedosa y disléxico que tenía encerrada. No siempre con buenas notas, menos con buenas críticas, pero siempre y sin condición con simpatía, siempre con sus explicaciones de por qué esto y por qué aquello. Sus sabias palabras sobre cosas triviales me acompañarán por siempre: cantar a gritos y desafinando cuando se está cansada; baño de agua fría para los enojos; el amor es la única forma de salir de la mierda. Gracias a ella y a nadie más me tengo confianza con los textos: me gusta escribir, a prueba está este blog.

Él, en cambio, es ajeno al mundo. No le gusta que lo toquen, ni que lo contradigan y hay algunas preguntas que se vuelven incómodas. Es un tipo al que la soberbia le gana a la inteligencia. De los que saben mucho pero se hacen querer poco. Confunden respeto con imposición y el sentimiento de régimen fascista en su clase es general. Así y todo lo quería. Como profesor, se entiende. Discutía con quien hiciera falta por defenderlo, por demostrar que él tenía razón. Y la tenía. En cada corrección, en cada mala nota están reflejadas sus dos características: inteligencia y soberbia. Faltan las felicitaciones, las sonrisas, las palmadas en la espalda. A veces el extravío es tan grande que con sólo mirarlo me dan ganas de luchar por ser mejor. Otras necesito darle una buena cachetada. Nunca lo consigo, por supuesto. ¿Qué sentido tendría conseguir, al fin, un aliento de ánimo antes de fin de año? Cada vez que salgo de la clase me pregunto qué hago en esa materia, ¡por qué no dejo esa materia! Y antes de querer acordar me encuentro, otra vez, repitiéndome que no voy a dejar que este tipo decida sobre mi vida.

Será cierto que escribo horrible, será también que no valgo la pena. Pero la opinión egocéntrica y negativa de él cada vez cuenta menos.

Tuesday, May 19, 2009

Tareas poco productivas


Lo que más me gusta del frío son esos pocos momentos en los que puedo desparramarme en el sillón de la casa de mis padres y perder horas haciendo cosas poco productivas, como dejar que el fuego me hipnotice o mirar la mancha de humedad sobre la puerta. Café caliente en la mesita y una frazada.

Pero hay veces que es diferente. No pierdo el tiempo, sino que lo invierto. Miro películas, canto (horrible) con Judy Garland y dejo que Greta Garbo me haga llorar. Los libros buenos (y otros que no lo son tanto) me atrapan, me llevan a otro mundo. Camino por la muralla China con Kapuscinski, difiero como Bruno y Michel, y espero, paciente, como Ann Elliot.

El mundo pasa y yo lo analizo debajo de mi frazada. Analizo demasiado, quizás. Cuando no consigo las respuestas, las invento y surge una nueva historia. Otra manera de asustar a mis amigos, otra razón para saber que mi cabeza está en las nubes, que lucho por dejar los pies en la tierra.

Es difícil dejarse volar cuando al lado hay personas enterradas. No está bueno ser una soñadora cuando la física demuestra la posibilidad o imposibilidad de las cosas. Tal vez sea cierto que la matemática lo prueba todo, pero no necesito todas las respuestas, sino ¿qué espacio queda para la imaginación? ¿Dónde entra la mentira?

Monday, April 27, 2009

Caótica

Me gusta llorar. A gritos. Dormir con un rollo de papel higiénico en la mesa de luz, con una botellita de agua en el piso.
Me gusta coleccionar películas, conocer directores nuevos, de esos que no entiendo. Me gusta aparecer en el video club y pedir títulos extraños, tratar de juntar valor para ver películas francesas. Juntarme con mis amigas a pasar horas hablando de cosas sin sentido en lugar de cumplir con el seminario. Me gusta el cine, desde el mudo hasta el 3D. Y todo lo que eso significa. Me gusta el arte, pero no creo en la anarquía.
Me gusta escribir, aunque sea caótica y algunos piensen que necesito más talleres de escritura. Me gusta leer, pero no en voz alta.
Me gusta hablar de él. Pensar en él. Soñar sin él. Me gusta que mis amigas hablen mal de él. Pelearme por él. Saber que puedo vivir sin él. Me gusta ser yo, aunque no sé muy bien como soy.
Me gusta discutir con un profesor, saber que no le puedo ganar pero que lo intento.

Thursday, March 05, 2009

Crisis

En momentos de crísis se renueva el espíritu humano.

Saturday, January 31, 2009

Complicaciones


“Si vos sos Roma, entonces sí, todos los caminos conducen a Roma”.

Odio a la gente que sonríe. Y a los enamorados abrazados. Los días lindos de verano, la sequía, el calor, el ocio. Me molesta su ausencia. Sus mensajes de disculpa, su voz con sarna y su sonrisa inocente. Odio estar con gente y sentirme sola, pensar que vale la pena luchar por cosas imposibles.

Por las cosas imposibles es por las que vale la pena luchar, me dice.

Sí. Cuando me convenzo de que hay que seguir al corazón y no a la cabeza, cuando sigo a todas las canciones que claman por la libertad, cuando decido que la vida es suficientemente aburrida para que yo no haga nada para evitarlo.

Mi vida no es aburrida, me dice.

La mía tampoco. Pero porque logro evitarlo. Porque tengo amigos, tengo familia. También tengo su ausencia, sus cuentos despreocupados al pedir disculpas, su impermeabilidad. A mí me decían roquita: nada te afecta. Ay, todo afecta a las rocas. Hasta que él me dijo: “los artistas sienten más”.

Pero lo echaste, me recuerda.

Porque no quería sentir por él. Perder el tiempo no está en mi. El camino está lleno de roquitas que se dejan modificar por la naturaleza. La naturaleza es sabia, yo no.