Wednesday, August 30, 2006

ROPA SUCIA



“No muestres tu ropa sucia”. Incontables veces lo he escuchado. ¿Por qué no la puedo mostrar? Todo el mundo la tiene, no es que se vallan a asustar porque yo también. Serían unos hipócritas si lo hicieran.
Son unos hipócritas, porque lo hacen.
Salen a la calle y cuando ven algo que no se debe mostrar se escandalizan, se tapan la boca y abren los ojos hasta sacarlos de órbitas. Como si ellos nunca lo hubieran hecho. Peor: Como si nunca hubieran deseado hacerlo.
No quieren ver la ropa sucia ajena, porque es una forma de negar la existencia de eso que tanto se desea y no se puede hacer. Ojos que no ven ropa sucia, corazón que no siente la falta esa ropa que hace astillar la piel para conseguir y reprimir la mente porque se sabe que no se puede tener.
La ropa sucia ajena es lo que nos demuestra lo sucio que estamos nosotros por hacer lo que la sociedad nos impone y no lo que el corazón nos dice.

“No muestres tu ropa sucia”. No te beses en público. Virgen hasta el matrimonio. ¡Qué horrible lo que le dice a la madre en la calle! ¡No tiene vergüenza! Un poquito más cortita la pollera y no va a dejar nada para la imaginación. La chusma de la vecina. La que está embarazada y nunca se casó. El que dejó a la mujer con tres hijos. Los que se pudieron ir de vacaciones. El de la casa grande.
Envidia.
“Ropa” es algo cotidiano, de todos los días y que todos tienen. Suciedad también.

Emma.

Friday, August 25, 2006

El témpano


Hacía mucho tiempo que lo miraba escondida atrás de sus amigas, en el baile o en la calle, y cada vez que él pasaba no podía quitarle los ojos de encima. Era como un imán que sujetaba su mirada con él, con su pelo, su boca, sus manos. No había nada específico que le gustara de ese hombre, excepto, quizás, sus labios. De tanto mirarlos ya los conocía de memoria. Sabía también que no solo era bonito, sino también inteligente, sensato y cuerdo. Parecía imposible que un solo ser humano pudiera ser tan perfecto.

Allí estaba ella, después de conversar con él la mitad de la noche y dejarse llevar por él la otra mitad. No pensar se sentía fantástico, era liberador después de tanto raciocinio, de tanto pensar en todas las vías posibles para cada asunto, que era lo que siempre se le había enseñado a hacer: calculadora y fría. Su voz, sus labios y su fuerza eran todo lo que ella quería en ese momento.

¿Por qué él estaba con ella? Él, que era todo perfección, estaba con ella, que solamente era una más del montón, o tal vez ni siquiera tanto. Se sumergió tanto en sus pensamientos que enfrió sus acciones, como generalmente sucedía. No le importaba porqué estaba con ella, lo único que quería era seguir con él.

De pronto dejó de besarla y la miró serio.
– ¿Cómo es posible que en un minuto seas una llamarada y en el otro un témpano?
Su autovaloración calló por las escaleras. Se negó a responder esa pregunta.
– ¿Escuchaste la canción de Maná, Rallando el sol?– Ella asintió con la cabeza– ¿Escuchaste la parte que dice “es más fácil llegar al sol que a tu corazón”? –Ella volvió a asentir–. Siento eso con vos.
Ella comprimió el rostro. Tomó aire y respondió:
– Tal vez no quiero que vos llegues a mi corazón.


Emma.

Wednesday, August 16, 2006

Narcisa


Se miró al espejo una vez más. Estaba hermosa. No había nadie esperándola, ni ella esperaba a nadie, pero arreglarse, sentirse bien, era algo que hacía para ella, para nadie más.

Comenzaba con el baño. Muchas veces pensaba que si tuviera una bañera jamás saldría de ella. Pero la ducha era suficiente. Se quedaba en ella hasta que se acababa el agua caliente, sintiendo su cuerpo limpio y tibio con el aroma del jabón. Salía del baño y se perfumaba. Escogía con cuidado la ropa que se iba a poner y la estiraba con cariño arriba de la cama.

Antes de vestirse se encargaba del cabello. Si quería rulos o lo quería lacio dependía del momento, pero su cabello era lo más importante. Se peinaba con suavidad, sin dejar de mirarse al espejo. Le daba vergüenza mirarse tanto al espejo. Generalmente, cuando había gente cerca, nunca lo hacía. Sus amigas sí, siempre se paraban frente al espejo y se admiraban, pero ella no podía, no lo tenía permitido: sus amigas eran hermosas, ella no.

Una vez que ya estaba pronta se colocaba nuevamente frente al espejo, entonces era imposible que desviara la mirada: lo que veía le agradaba mucho. Era ella, pero no la que estaba acostumbrada a ver. No era la misma que andaba siempre con la espalda encorvada por el peso de los libros en la mochila. Ni la misma chica que tenía el pelo enmarañado porque no tenía tiempo de lavárselo. Esas manos no eran las que todas las mañanas lavaban la cocina y los baños de la casa. La que en ese momento se miraba al espejo era otra persona.

Era un disfraz que se colocaba con esmero para ocultar su vida. ¿O su vida era un disfraz para ocultar algo que le daba vergüenza mostrar?

Friday, August 04, 2006

Otra batalla


Llegó el momento.
A la hora de la lucha la señaló el sol. La batalla está por comenzar. Sabía que la guerra nunca había terminado, pero después de todo este tiempo de inacción pensé que las aguas se habían calmado.
Me equivoqué.
Hoy se convocó a una nueva lucha.
Pero mi ejército no estaba pronto. Nunca lo ha estado, aunque, de todas formas, muchas veces había logrado algunos avances asombrosos sobre territorio enemigo.
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Al terminar la batalla no sabía quien había ganado. Tampoco me importaba. Yo estaba sola. Sin soldados, sin caballos, sin espadas. Mi cabeza no tenía donde apoyarse para llorar. Con heridas abiertas y perdiendo sangre en cada miembro de mi cuerpo.
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Sola, en un bosque que llevo tanto tiempo recorriendo y aún no logro conocer. Por más que me esfuerce por hacer senderos transitables, el otro ejército se empeña en nublarme la visión, o tapar los caminos. Y luego, sin siquiera saberlo, coloca piedras enormes y afiladas. Muchas veces por ir distraída me he lastimado con esas piedras.
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Traté de curarme las heridas. Siempre trato. Pero no puedo, porque no las veo. Siento la sangre
que corre con fuerza, siento las lágrimas que caen sin cesar, pero mis heridas están adentro y no hay vendajes que las puedan ayudar a sanar.
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No importa que tanto me esfuerce en luchar, para el otro ejército nunca va a ser suficiente.


Emma