Monday, August 27, 2007

Gritando al galope


La habitación del sanatorio ha pasado por varias etapas para mí: de la salvación pasó a ser el infierno, después mi sala velatoria y ahora mi prisión.

Qué ironía, estar a punto de pasar a mejor vida por una de las cosas que más me gustan de este mundo: los caballos. Tal vez, si no hubiera estado tan concentrada pensando en él, habría visto que se acercaba cabalgando por la izquierda. Habría notado que no tenía intenciones de frenar. Entonces yo, por el miedo fóbico que le tengo a las agujas, hubiera parado el auto y lo habría visto pasar, elegante. Hay pocas cosas que me gustan tanto como el galope de los caballos.

Pero por mi estupidez llegué a esta habitación (que ahora parece una florería). Y por mi estupidez también le di más trabajo a muchas enfermeras, un par de médicos, algún que otro veterinario y un mecánico. Quizás deba de estar agradecida de que la cosa haya sido grave: mi padre ha evitado tocar el tema del auto. Tal vez porque ya no hay auto.

Desde que me desperté no he salido de la habitación. Cada vez que asomo la cabeza por la puerta corren las enfermeras como locas a meterme en la cama otra vez. Por lo menos ya me sacaron los cables. Aunque me duele un poco la mano, puedo escribir. Pero ninguno de los moretones, cortes y raspaduras se compara con el dolor de cabeza constante. Y se agranda una hora por día cada vez que viene la psicóloga. La detesto.

La mujer se piensa que soy suicida. Supongo que habrá situaciones donde es preferible la muerte, pero él no es una de esas situaciones. Además soy una cagona y le tengo terrible miedo a lo que hay después. Estaba distraída, nada más. Y no puedo hacer gráfico la fuerza de voluntad que tengo que juntar para admitir que la peor cagada que me he mandado en la vida (y de corazón espero que no mandarme ninguna peor) fue por estar pensando en él. De todas formas, nunca lo voy a admitir en voz alta.

No me hice nada para lo que podría haber sido. Es lo que dice mi abuela cada vez que prende una vela. Odio las velas, el olor a incienso y a él también. Aunque juntó coraje y vino a verme. Si no hubiera estado tan feliz por ver a un ser vivo (las plantas no cuentan) lo habría echado.

Tengo que valorar su buen gesto: me regaló este diario íntimo. Tiene las hojas celestes y la tapa forrado en tela azul. Es horrible. Tal vez lo eligió porque sabe que me gustan los colores fríos. Creo que fue coincidencia. Definitivamente, tiene mal gusto.

Siento tantas ganas de pegarle con fuerza. Con un palo. Y de romperle la camioneta también. Gente tan bonita como él no tendrían porqué nacer. Especialmente cuando los niveles de belleza se miden por la estupidez. Aunque, admito, la culpa no es del chancho y la que le rasca el lomo soy yo, así que si él es estúpido yo lo duplico, después de todo lo quiero. Sí, lo quiero, es posesivo.

Siento tantas ganas de llorar. Pero tengo miedo de que caiga alguna enfermera bruta y me clave una jeringa para que me calme. Con un poco de suerte me encuentra la vena rápido, pero suerte es algo que últimamente, me falta. Y cuando llegue mi familia voy a tener que fingir que estoy bien. Estoy bien, estoy viva. Pero no tengo ganas de reír, no tengo ganas de hacer nada, me duele la cabeza.

Hipodamia.

Sunday, August 26, 2007

Pensando en él

Roy Lichtenstein

Friday, August 17, 2007

Estufa a leña con vista al río

Vivo lejos de la ciudad. Tanto que puedo ver las estrellas. También vivo lejos del río, pero tan cerca que puedo escuchar el oleaje. No vivo cerca del campo, ni se ordeñar una vaca, pero amo a los caballos.

Vivo cerca de los abrazos de la gente que quiero. Cerca de donde puedo caminar sola a cualquier hora. Vivo cerca de los estudios y de los semáforos, de árboles, del aire puro y del aire de fábrica.

Vivo lejos de todo lo que acabo de escribir. Me faltan los abrazos de algunos amigos que no están, las críticas de gente que me quiere y otros que me quieren poco. Me falta la cascada y el puente roto, la nieve y el aceite especial. Me falta la estufa a leña y la vista al lago, pero tengo la estufa a leña y la vista al río.

Vivo en una tormenta de verano. Una tormenta con mucho viento y gotas chicas, que chicotean con fuerza, que mueven, que corren y que gritan que no somos nada, que estamos acá pero nos vamos a ir tan pronto notemos que vivimos. Una tormenta que tapa el cielo, que mueve el río, que encierra a la gente y a mi me saca. A mí me para en la escollera. Sola. Dejando que el viento me mueva, que me grite lo que quiera. Dándome cuenta que soy producto de la naturaleza.

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Bajo a la playa con mi cámara de fotos. Rápido, porque la tormenta no va a demorar en llegar. Los perros van conmigo, los tres. Siempre van conmigo: Plocky es mi guardián, Niké todavía le tiene miedo a la playa, sólo tiene tres meses. Ludovika disfruta del agua desde que sale de casa hasta que se aburre. O le da hambre.

Un vecino me grita que no sea loca y me meta en casa, que se viene una tormenta fea. Lo saludo con la mano, ni siquiera le sonrió: que se meta con su vida, pero gracias por preocuparse por mí.

Sí, era una locura bajar a la playa con el cielo cubierto y la negrura acercándose. Pero la foto iba a quedar demasiado buena como para volver a casa y esconderme de la naturaleza. Tenía que mostrarles a mis amigos que no estaban cerca cómo era una tormenta de verano.

Volví a casa con las piernas rojas de los chicotazos de la arena, mi pelo era una enredadera por el viento y había que bañar a los perros que no habían parado de ladrarme en todo el rato. Pero la foto estaba en la cámara. Otro vecino se reía desde la seguridad de la terraza techada de su casa. Me gritó algo que no pude entender. Yo pasé a pasos agigantados con la cabeza gacha y la cámara adentro de la remera.



Emma.
(Mike. Si lloro es porque te quiero. Y te quiero mucho)




Monday, August 13, 2007

Futura mamá

Ludovika va a ser mamá. Y Nike una tía orgullosa.
Emma

El niño que todos llevamos dentro




feliz día del niño a todos. Especialmente a aquellos que no dejan morir al niño interior.
Emma
(Los niños de las fotos ya están todos grandes)

Friday, August 10, 2007

Reloj, no marques las horas


La hermosa sensación de sentir que no hay nada útil para hacer. ¿Y mañana? Va a ser igual. Pero como siempre, los domingos son tristes y los lunes se resumen en perdición.

Emma.

Tuesday, August 07, 2007

Para que los de afuera no nos devoren


Perdí el privilegio de ser hija única un mes antes de cumplir tres años. Con mi hermanito nuevo también nació Perico, un oso amarillo cuatro veces más grande que yo (en aquel momento) que llamé de esa forma en honor a mi niñera, la Perica. Le usaba los chupetes y le cambiaba los pañales. Según mi madre yo era "toda una mamá". Entonces, un día, papá y mamá nos llevaron al cuarto y nos dieron una gran noticia: íbamos a tener un hermanito. Tenía seis años, pero me acuerdo de estar saltando en la cama con mi hermanito, festejando.

Al nombre de la nueva bebe lo elegimos entre los cuatro. Papá y mi hermanito armaron una lista (a él no le gustaba ningún nombre) y mamá y yo armamos otra lista (a mi me gustaban todos los nombres). El nombre de mi hermana fue producto de la coincidencia de todas las manos arriba cuando lo dijeron. Ella nos culpa a los cuatro.

Así crecí, con dos hermanos menores bajo mi responsabilidad, jugando al fútbol con él y a las muñecas con ella. Enojándome cuando no me dejaban ver MTV porque querían ver dibujitos. Quejándome de la poca privacidad. Ayudándolos a organizar las fiestas de cumpleaños y llevándolos a la escuela.

Con dieciocho años me fui. En un lugar que no conocía y casi no me daba entender, gané una hermana histérica, caprichosa y celosa que se encargó de hacerme pasar mal. como no soy (ni tengo intenciones de ser) mártir, me fui de esa casa. Y llegué a otra donde, por primera vez en la vida fui la menor, era a la que tenían que cuidar y no la que cuidaba, a la que había que llevar, ayudar y explicar. Mi nueva hermana mayor estaba casada, mi nuevo hermano mayor también y tenía un hijo: mi sobrinito. Mi otro nuevo hermano mayor era el bebe de la casa que, con casi treinta años, seguía viviendo con mamá y papá. El rebelde, el que más me cuidaba y el que casi me convence para ir a ver como degoyaban a un chancho.

Con aquel mundo en la cabeza volví a mi vida de ser la mayor, la responsable. Y de alguna forma, casi sin darme cuenta, llegó otro hermano. Más alto de lo normal, más alérgico que cualquier persona que conociera, con más entusiasmo de lo estándar. Lo único que sabía decir en español era algo acerca de la cena y nunca entendía los chistes.

Mis padres me regalaron dos hermanos, las dos personas que más quiero en el mundo. La vida me regaló cinco. Siete personas especiales, diferentes y con corazón abierto para quererme de la misma forma que los quiero a ellos. Siete personas por las que nunca voy a dejar de decir gracias.

Pero entre los hermanos de la vida hay uno. Aunque no se deba hacer diferencia, él es la persona más cercana a ser regalo de mamá y papá. A pesar de las distancias, el idioma y el océano, sigue y seguirá siendo siempre mi hermano.





Feliz cumpleaños, Chispa.

Emma

Wednesday, August 01, 2007

El lado masculino de la mente femenina


Este post es sólo para complacer mi capacidad femenina de babearme hasta el cansancio y poder seguir un poco más. Los hombres poseen la misma capacidad multiplicada por infinito y la usan indefinidamente más que las mujeres, pero ¿Qué integrante del sexo femenino es capaz de ver una película con Brad Pitt y cambiar antes de echarle una vichadita?

Aunque no giremos la cabeza al mejor estilo El exorcista con cada espécimen macho que pase por adelante, pero siempre hay algún morocho o algún par de ojos que nos atacan in fraganti. No les gritamos ninguna estupidez a los hombres bonitos, pero sí esperamos que ellos lo hagan.

No estamos continuamente pensando en Jude Law, en el verdulero de la esquina o en el amigo del amigo, porque también tenemos que comprar zapatos, mirar ropa, mirar la novela o chusmear con una amiga.
Emma
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¡Feliz cumpleaños, Io!