Saturday, July 28, 2007

Las manos de las peluqueras

Emma era una pequeña niña (casi) rubia llena de rizos que un día fue a la peluquería con su papá. Sí, por raro que suene, fue con su papá. Las órdenes de su madre fueron claras: debía (sólo) cortarse las puntas. Pero, y echándole la culpa a la peluquera que era lenta, mientras tanto, Emmita vio la foto de una modelo preciosa con el pelo corto y cerquillo. Ni la (inmunda) peluquera ni su (iluso) padre se opusieron al corte de cabello de la (encantada con la foto) pequeña, por lo que salió de la peluquería al mejor estilo Cristóbal Colón.

Aún con la vergüenza de tener que salir a la calle de esa forma (ayudada por la inocencia de la edad) y aguantar los comentarios detestables de sus compañeros, Emma sobrevivió. Pero sólo lo hizo para demostrar ser una completa inconsciente a mayor edad. Aunque habría que darle un poco de crédito, después de todo, cortarse el pelo en la ducha y sin espejo no se le ocurre a cualquiera. Para demostrar su madurez y su capacidad para asumir sus malas acciones (y su idiotismo) no fue a la peluquería para arreglarse el pelo.

Las manos de las peluqueras son las que hacen milagros con nuestras cabezas: las mejoran o provocan arrepentimiento. Mi madre tiene manos de peluquera después de casi raparme cuando se me pegó un chicle en el pelo dormida. Mi mejor amiga de la escuela tiene manos de peluquera después de intentar quitarse el cerquillo (y quedar como una estrella punk frustrada), el amigo de mi hermano tiene manos de peluquera cada vez que se acomoda los rulos.

La sensación de paz mientras nos masajean la cabeza cuando la lavan, la sensación de que vamos a cambiar radicalmente cuando nos ponen la tinta en el pelo, la sensación de terror cuando agarran la tijera.


Emma.

Thursday, July 26, 2007

Volvió. Otra vez

Medio año después de terminar el liceo se fue. Y yo no estaba para despedirla. Sí estuve la primera vez que volvió. Y la segunda, y espero estar todas las demás. Estar acá, para darle un buzo más mientras no se acostumbra al frío de invierno después de vivir con calores caribeños todo el año.

Tam, Tami o Patona. Mi ahijada, mi amiga y mi futura médica. Bienvenida otra vez a la pequeña República sin nombre del sur.

Emma.

Pluma y papel

“Bienvenidos a la inauguración de este: mi nuevo cuaderno del terror. El objeto que si llega a caer en las manos equivocadas provocará el fin de mi orgullo”

Mi primer contacto con un diario íntimo fue triste. Era el cumpleaños de una amiga y uno de sus regalos era un hermoso cuadernito lleno de dibujos marcados en dorado y un candado con dos llaves. “¡Un diario íntimo!”, exclamó ella encantada y yo, secretamente, comencé a pensar en todas las cosas que podría escribir si llegaba a tener uno. Tenía seis años, mi vida era muy excitante.

Pero mi madre se rehusó a comprarme uno hasta que no corrigiera mi letra y (ella soñaba) mis faltas de ortografía. Así que exprimí al máximo mi creatividad y me hice uno: un montón de hojas grapadas con un gancho viejo y en la primer hoja había escrito: “Mi diario íntimo”. Lo escondí en mi lugar secreto, en un cajón del escritorio de mi tío. Así que toda la familia se enteró lo que había escrito en mi precioso diario.

El segundo contacto no fue mucho mejor. Me habían regalado uno para mi cumpleaños cuando cumplí ocho. Con una carrera de niña insoportable y mal criada que acarrear y dos hermanos menores de cinco y un añito, siempre tuve niñeras (hasta los dieciocho años, sí). Pero ninguna tan chusma como Beatriz que se encargaba de hacerme la vida imposible y no me dejaba jugar con los autitos de mi hermano por el simple motivo de que cuando me aburría no los juntaba. Abrí mi diario y debajo de donde decía que me gustaba Nicolás, puse que Beatriz era una pesada.

Al otro día ella me zarandeó un poco y me dijo que no era ninguna pesada. “Yo nunca dije eso”, me defendí. Y ella, la muy hipócrita, me dijo que lo había leído en mi diario, es más, me hizo borrarlo. Supongo que en ese momento llegué a la conclusión de que no era tan íntimo después de todo por mucho candadito que tuviera.

Otros incidentes poco afortunados fue correr al hermano de Nicolas por toda la casa diciéndole que me gustaba, mientras Nicolás leía que el que me gustaba era él. Y enterarme que mi mejor amiga había leído que me molestaba jugar a todo lo que ella quería.

Me tomé un tiempo con los diarios íntimos antes de terminar la escuela y los primeros años de liceo. Pero la tentación fue más fuerte, así que en la primavera del 2000 volví a iniciar el vicio. Fue como con los cigarros: primero probas a ver que tal es, después fumas en fiestas, para que no digan que sos un amargo y cuando querés acordar, ya no podes pasar. A mí me pasó lo mismo con los diarios íntimos a partir de segundo de liceo: agarré un cuaderno grueso para escribir mis cosas privadas para no ser diferente. Después ya, si bien decía que era para no ser diferente, me gustaba hacerlo; tirarme en la cama descalza y pensar en todo lo que tenía para escribir: los chusmeríos de todas mis amigas, las discusiones con mis padres, lo insoportables que eran mis hermanos y el infaltable él que decoraba todas las hojas: “¡Me saludó!", “Lo miré, me miró, nos miramos”, “Etc”.

A medida que creía y veía que mis amigas dejaban el vicio de escribir y yo seguía firme a la pluma, comencé a cuestionarme la idea de mentir: “Nooo, yo no escribo más tampoco, eso es de niños”. Pero me encantaba mostrarles como decoraba las páginas de mis agendas (Pacualina) con las fotos de los que nos gustaban a todas, entonces listo, si eran mis amigas que me bancaran.

Pero de todas formas, después de escribir ocho agendas en un solo añito comencé a plantearme mejor la situación. No era como que me iba a morir de cáncer a la mano por tanto escribir, ni mis neuronas iban a dejar de funcionar por tanto que lo hacía. No podía ser tan malo entonces, ¿No?

No puedo estar sin escribir porque tampoco cuento las cosas y si se quedan allí, se transforman en esas pastillas que cuando se ponen en agua largan efervescencia y joden. Me ayuda a quitarme las cosas de la cabeza y plasmarlas en una hoja, a conectarme conmigo, a abrirme. Y a reirme de las macanas que me mando cuando leo lo que escribí.

No me imagino viviendo toda la vida cerrando un cuaderno con un candado (que siempre dejaba de usar porque lo perdía) pero tampoco me la imagino dejando de escribir.

Por alguna razón, las cosas que dicen “No mirar” o “Prohibido pasar” son las que causan mayor curiosidad. Yo sigo firme a mi vicio e inculcándolo en otras personas. Y reconozco: si mis cuadernos del terror llegan a caer en las manos equivocadas, mi orgullo (que es abundante) se caería por las escaleras.

Emma

Monday, July 23, 2007

A ritmo flamenco


Marianne ya es mamá. La beba pasó de su vientre a sus brazos y, aunque las ojeras perduran, la luz de los ojos señalan que con ese cuerpito rubio, también nació una mamá (pelirroja). Nació un sueño de futuro, un par de tíos intranquilos y divertidos, los abuelos y un mundo para ella solita. Nadine es la princesa de su propio reino.

Yo estoy lejos: a más de un océano de distancia. No la pude ir a visitar al hospital, ni hacerle llegar un ramo de flores, ni siquiera una tarjeta. Pero está presente y no hay litros de agua que lo impidan. Todos los momentos que pasé con la mamá antes de pensar en tener nada que fuera nuestro me dan el derecho de estar feliz y desearle lo mejor.

Y aunque cueste imaginarse a aquella flaca que salía todo el tiempo y dos por tres ni siquiera ella sabía lo que decía, como una mamá, la vida te ayuda a cambiar y las situaciones te hacen crecer.

¿Le gustará actuar como a la mamá? ¿Dirá todo con una mirada? ¿O se parecerá más al padre? Se construye un castillo para ella lleno de sueños, ilusiones y anhelos.


Emma.
(Lo mejor de corazón)

Sunday, July 22, 2007

Chichos

“Perro. Pero de esos perros que te dan ganas de ser una perra”
Con el brazo tenso revuelve el café mientras critica escupiendo las palabras con fuerza. De pasada al living le pregunto si está todo bien. Me sonríe con sarcasmo y me dice que sí mientras sacude la taza con gracia.
“Perro” escucho cuando me siento en el sillón.
Hombres. Mejor con ellos que sin ellos, pero dos por tres aparece la excepción que rompe la regla.
“Está bueno que sean perros, así le podés enseñar truquitos”

Emma.

Saturday, July 21, 2007

Último momento

"Es tan primicia que ni siquiera él lo sabía"
Emma
"¿Vamos a hablar mal de alguien? No sé, esas cosas que hace la gente"
Inia
"¡Dale, si nos gusta hablar mal de la gente!"
Lena

Friday, July 20, 2007

Hay códigos


Entre amigos hay códigos, chistes internos, apodos que nadie más comprende, ganas de tomar mate hasta quedar verde. Vivir con ellos, volver a casa un fin de semana y quedar para vernos. Hay cadenitas de la amistad, fotos raras que tienen sentido, frases que causan risa y canciones que hacen llorar.

feliz día a todos los amigos.

Emma.

Friday, July 13, 2007

No sé que me pienso de la vida


Mañosa/ caprichosa/ inmadura/ desconfiada/ inconstante.
Aportes para definir la personalidad de Emma. Las virtudes se quedaron en el camino. En algún momento llegarán.
Yo: Emma.

Thursday, July 12, 2007

"Esos días"

Sujeto femenino uno. Saca el colchón de la cama y se pone en posición de firmes para empujarla afuera de la habitación. Sujeto femenino dos, toma mate y le dice a la otra que espere un segundo y la ayuda. Sujeto masculino pone música.

Sujeto femenino uno no puede sacar la cama. Sujeto femenino dos y masculino se ríen de la incompetencia del Sujeto femenino uno. Ella se enoja, mete la cama en el cuarto y se encierra con la música a todo volumen para no escuchar a los otros dos sujetos que se quedaron con la (otra) música y el mate.

El PMS nos afecta a todas.


Emma

Vino malo

No sé mucho sobre el vino, pero mi poca capacidad de asimilar algo sobre el tema sabe que cuando se cata primero se mueve la copa, después se huele y luego se prueba. El olor da cierto gusto al vino, entonces, cuando se degusta, si el vino es bueno, completa la sensación que presentó el olfato.

Muchas veces lo que sucede con narices poco educadas (supongamos nariz de sujeto femenino: Emma) es que el olor representa una cosa, pero cuando se prueba el vino, el gusto no da en el tono con lo que se esperaba del sabor. Defrauda. Se mira el envase y se piensa “¿qué falló?” colores bonitos, publicidad fantástica, buenos comentarios. Pero el resultado fue catastrófico. Al final, un racimo de uvas para quitar el mal gusto.

Ahí está, otra relación perdida. ¿Mal olfato o terrible gusto?


Emma

Sunday, July 08, 2007

Baldosas flojas

Carrera con obstáculos. Cualquier persona que camine por 18 de julio un día entre semana y no tenga intenciones de mirar vidrieras puede considerarse campeón de carrera con obstáculos. Carrera porque la propia gente lo empuja a uno a aumentar la velocidad, con obstáculos porque siempre está la señora con bastón que no se puede pechar o el grupo de amigas que caminan todas agarradas del brazo, trancando la calle.

Ruido. Bocinas, ómnibus con catarro, los tacos de la mujer que camina adelante mío, los gritos del señor que vende despertadores en la calle y los despertadores demostrando que funcionan. Mis pensamientos que pelean entre sí, el celular que suena en el fondo de mi bolso y mi mp3 que no funciona.

Puede que no llueva en toda la semana, pero cuando se levanta la mirada al cielo, al pie se le da por pisar una baldosa floja y el vaquero queda negro de barro. Los ojos vuelan al piso, pero, concentrada en la puteada, el otro pie pisa otra baldosa floja (que en Montevideo no faltan) y empareja el barro con la otra pierna del vaquero.

Sí. Volví a Montevideo. Pero la única forma de estar segura es cuando escucho al viejo borracho con una frazada en la espalda que amaga a acercarse e intenta articular: “morocha, dame un #eso” (¿Qué dijo: peso o beso?).

Emma.

¡Mamá...!

- ¡Mamá, mi caballo es hija de tu caballa!
- ¡Yegua, boluda!
- ¡Yeguo serás vos!