Monday, December 28, 2009

Sobre controlar los impulsos

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Saber que nunca llegaré a decir "gracias" en la cantidad suficiente.

Nunca fui buena con el autocontrol. Para la mayoría de las cosas de la vida carecía autocontrol casi al 100%. Se me ha dado por pensar que habría sido una excelente paparazzi de haber seguido siendo como era a los dieciséis. Ese mismo impulso que me llevaba a ser grosera con quien me trataba mal, o perseguir por toda la fiesta a un muchacho bonito, era el que me llevaba a escribir sin parar la primera idea que se me cruzaba por la cabeza. Durante las diez primeras hojas casi no respiraba, no comía, no dormía. Una vez que me detenía, volver a empezar era casi imposible. Pero las pocas veces que sí era posible volver a comenzar y seguía escribiendo en cuotas, me daba cuenta de que, al llegar a la página treinta estaba des-norteada. Los detalles que había escrito en las impetuosas primeras páginas estaban olvidados, no me acordaba a dónde quería llegar. Mis personajes se trancaban en los diálogos. Y, sobre todo, la historia dejaba de resultarme interesante. Moría otra idea a manos de una irreverente adolescente apurada e impulsada por el ya.

Esa tarde sucedía otra vez. La divertida historia de tres viejitas ladronas se volvió compleja. Perdí el norte, no encontraba razones. “¿Puedo cambiar de historia?”, le pregunté convencida de que no se iba a negar, después de todo él era compasivo (al menos tenía cara de serlo). Para mi sorpresa su no fue casi rotundo. Sin darme motivos me dijo que ya la había empezado, así que debía terminar esa historia.

Odio hacia a la persona que es capaz de ponerse horarios. De tal hora a tal hora se sienta y trabaja su historia, después trabaja. ¿Cómo hace? Me preguntaba. A mi las ideas se me vienen una vez y tengo que estar pronta para lo que pueda suceder, si no registro el momento, vuela la idea. Pues él no, él confiaba en el método. Ordenado, prolijo, cinchaba con sus ideas de tal hora a tal otra, luego cambiaba la mente.

Entonces me contó sobre las historias inconclusas: empezar a escribir una historia porque se tiene una idea potente, pero ante el mínimo estorbo la dejamos. La solución no es hacer a un lado esa idea potente, sino buscar salidas alternativas. “Empezaste esa historia, ahora teminala”, que no sea otro impulso adolescente, demostrá que creciste, que maduraste. De ahora en más pensá en salidas alternativas. De ahora en más sé ordenada. “No grites”, me decía con una sonrisa. “¿Por qué?”, me preguntaba cada vez que iba con una salida asombrosa a mi estorbo. Entonces, sin la respuesta a esa pregunta me daba cuenta de que mi solución era peor que el problema y de ahí otra vez a pensar.

Con él me comía el orgullo, cada vez que debía mirarlo me olvidaba que soy una persona orgullosa. Me mordía la lengua antes de replicar, trataba de no hablar cada vez que me enojaba. Falta de tacto, soberbia, inmadurez emocional. Pero me hizo ser una persona más fuerte. Buscar segundas opiniones, estar segura de que siempre iba a estar ahí (aunque no siempre con una sonrisa). Mientras la idea valiera la pena, él me iba a apoyar.

5 comments:

JuanT said...

El autocontrol a la hora de escribir es muy difícil de encontrar las palabras cuando se pierde el destino. Por eso casi todos nos estancamos en las historias cortas.

Pero uno nunca deja de aprender. Algún día saldrá esa rebelde novela de nuestras entrañas.

saludo!

Daniel Buschiazzo Nuttes said...

el control es infantil, pedante, e inútil. Un mundo a la medida del espectador. Pero ya que está, al menos disfrútalo.

Emma said...

No me parece que el control sea infantil ni inútil. Pedante puede ser una persona controladora, sí. Lo infantil es ir con el viento, que es lo más divertido, también.

Daniel Buschiazzo Nuttes said...

de acuerdo, res non verba.

M. Procyonidae said...

Wow!
DEfinitivamente mi vida también se rige por el "tomar y dejar"
Y también agradezco el verme obligada a terminar lo que por mí misma nunca habría terminado.