Wednesday, July 15, 2009

Dumbo

Hacía calor. Mucho calor. Pero era el día X y el resto no importaba. Dumbo y su dueña llegaron puntuales al lugar de encuentro: a treinta cuadras de mi casa, que las tuve que caminar, porque ningún taxi acepta invitados caninos. Paso a paso con un perro que nunca había visto un semáforo y marcaba terreno en cada árbol y columna que veía. Después, otra vez las treinta cuadras de ida hasta la locación. Lo conseguí gracias a la prima de la prima de una prima que fue muy amable al confiarnos al perro de su hijo a mí y en el resto del equipo.

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Dumbo es un basset hound, un perro pesado y haragán, que le cuelgan las orejas y lleva el hocico siempre contra el piso. No ve más allá de sus narices, tal vez por eso dejaba su rastro en cada arbolito del camino. Y en la pared de la casa de Nanda, donde íbamos a rodar el cortometraje. Pero fue la única vez, después siempre pidió: olía la puerta, metía el hocico en el ascensor o se ponía a correr como loco. Era bastante divertido verlo correr, porque se tropezaba con las orejas.

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Buscando m&m recorrimos todo un barrio de Montevideo. Mi amiga y yo nos turnábamos la correa. Esa correa que se soltó en pleno 18 de julio y casi termina en tragedia. Pero los reflejos de Magu son gigantes. De a ratos cinchábamos las dos juntas para mover al perro de los postes y sonreíamos cuando los peatones paraban para decirnos ¡Qué hermoso perro! Sí, un hermoso perro cansado de tanto caminar y que necesitaba agua para seguir marcando su mundo.

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Su papel era sencillo: tenía que poner cara de aburrido y hambriento, quedarse quieto y comerse a un pollo. Lo del pollo lo arreglamos con efectos y cortes, pero en su lugar comió varias papas fritas y mucho chocolate. Pasó de mano en mano, entre los directores, las actrices, las chicas de arte y las mías. Todos hacíamos lo que estaba en nuestro alcance para meter al perro en su personaje. Con más o con menos éxito, logramos que pusiera cara de pena y cara de contento.

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Dumbo consiguió su cometido. Al final del día consiguió entrar en el alma de un actor famoso y se puso gruñón. Salió fotogénico, con algunos errores de continuidad y comió mucho durante todo el día: comida para perros, nada; chocolates, muchos.

4 comments:

Minerva said...

Y no te olvides, amiga, que también me tocó sostener el pollo moribundo. Qué grande, Ema, gracias por rememorar estas cosas tan lindas.

Emma said...

El pollo será otro capítulo: yo "escondiéndome" en la terraza para no verlo sufrir. Ay de mi, alma sensible. Jeje.

Liz Marin said...

jejjeje q bonito es el perro pero eso de comer chocolate no esta bien pq dicen q se pueden quedar ciegos...aunque no sé si será eso verdad


besitosssss

Emma said...

ay... espero que siga vivo.