La sociedad de los poetas muertos.

Pero la verdad es que somos los únicos que reímos todo el tiempo. Nada más hay que entrar en la cafetería en plenos parciales para darse cuenta (más allá de los pantalones de vestir) que somos los de comunicación. No tiene nada que ver con la (supuesta) falta de exigencia, porque, puedo asegurar, que no es así. He pasado hasta tres noches seguidas en vela haciendo trabajos para entregar y estudiar para un parcial me consume días enteros. Supongo que lo de las risas en la cafetería tiene que ver con un tema de gusto: el que estudia comunicación lo hace porque le gusta.
Algunos quieren buscar la verdad, otros inventar un mundo mejor, algunos locos piensan en cómo vender más productos innecesario y también están los que siguen a los políticos a diestras y siniestras. Si bien a todos nos gustaría que se nos prendiera la lamparita y llegara una idea genial que nos haga millonarios, si estudiamos comunicación es porque no nos motiva el dinero. Amamos lo que estudiamos, por eso sonreímos.
No importan las 14 películas que me tuve que ver en dos días ni las noches en vela ni las pasantías mal pagadas. Por eso también es que cuando llega un tipo y nos cuenta que su único incentivo para poner una empresa de cultura fue hacer plata, todos nosotros rechinamos los dientes. Sabemos que lo fundamental en la empresa es la rentabilidad, pero tiene que haber algo más profundo, decimos.
Es cierto que el mundo no necesita sobre poblarse de comunicadores mal pagados, con ideas locas, muchas poco realizables y ciclotimia. Somos pocos, pero tenemos que ser buenos. ¿Por qué? Bueno, ¿Qué hace el abogado cuando sale del escritorio? ¿O el contador cuando cierra la oficina? ¿A dónde llevan las madres a los niños los fines de semana largos? Van al cine, prenden la tv, leen un diario, un libro. Deciden el voto, compran una marca o la otra. Los contadores, médicos y abogados tendrían que agradecernos la libertad de sus momentos libres. Es gracias a nosotros que logran realmente salir de la oficina, fumarse un pucho (de tal o cual marca), tomarse una copa (de tal o cual cava).
Pero nosotros no exigimos nada, porque, en realidad, no lo hacemos por ellos: lo hacemos por nosotros, porque nos gusta, nos divierte y nos deja vivir. Así que, futuros ingenieros y contadores: ríanse de mí al menos yo soy feliz con los parciales.
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Especialmente dedicado a mi prima postiza y a mi hermano menor. Con cariño, sí, y por todas las horas del verano que me quemaron la cabeza en lugar de dejarme leer tranquila "GUIÓN", de Robert McKee. Los quiero.