Wednesday, October 15, 2008

Cuaderno del terror


Que aún, con (casi) 22 años, tengo diario íntimo no es secreto de Estado. Lo sabe hasta la mujer de la librería de la esquina. Al término “Cuaderno del terror” lo comenzó a usar mi ex psicóloga cuando vio que en mi cuadernito pegaba fotos de todo el mundo y hablaba demasiado de gente que no tendría que hablar. Pero conservar el vicio con la cabeza en alto es complicado. Tres veces estuve en rehabilitación; pero cada vez sufrí una recaída. Y cada vez fue peor.

La primera vez duró un mes. Fue el tiempo entre que terminé un cuaderno que había empezado en segundo de liceo (ese año estaba en mitad de sexto) y mi hermana me dio a elegir: o uno de Mambrú (de Pop Stara, Argentina) o uno de Minnie Mouse. La decisión no fue tan complicada y me adueñé de la ratona de Disney. Entre medio yo deliraba por complicaciones inventadas con Fico, persona con la que sólo compartía horas. Diferentes ideales, diferentes expectativas de la vida, misma clase, mismos grupos de teatro: de mañana yo lo mataba, de noche él me dejaba. Y el estrés del asunto me empezó a gustar. Yo y mis complicaciones le agradecieron al carácter pesado de mi hermana que me sentó y no me dejó ir hasta que no elegí a Minnie.

La segunda vez fue un poco más larga. En medio de un lugar extraño se me dio por empezar a escribir un guión. No tenía idea de cómo se había, pero probaba suerte. La historia estaba buena, hablaba de amor y reencuentro, ¿Qué más quería yo, del otro lado del mundo, que volver a verlo a él? Creo que desde ese momento perdí el espíritu romántico. Volcando emociones por ese lado, dejé mi diario.

Hasta que el arte me invadió los sentidos (ay, qué cursi). Pero fue literal: en un museo de arte. Entre tantos cuadros, muebles y esculturas tuve que sentarme tranquila para pensar. Entrar a la cafetería no ayudó, había gente. Gente por todos lados, haciendo cola, comiendo, hablando. Había barullo, había… bueno, había gente. En un rincón perdido del museo estaba la extensión del paraíso. Chiquito, el techo era una cúpula de vidrio, había algunas plantas, las mesas de hierro y el quiosco con cualquier tipo de café. Ideas sobre mi vida y mi vuelta comenzaron a fluir. Escribir con pluma y en un cuaderno que tiene un dibujo chino también inspira.

La tercera vez fue un año. Cuando empecé la facultad me dije que estaba grande para los diarios íntimos. Una amiga (ex amiga) me ayudó a decidirme: cada vez que hacía un comentario al respecto me miraba con cara de tarada. Así que me compré una agenda para afrontar el año y nada más. No pensaba ceder bajo ningún tipo de necesidad. Terminé escribiendo en cualquier hoja de cuadernola (que después perdí y me quise matar) o haciendo documentos largísimos en la computadora. Tanto “nada más” que cuando terminó el año y volví a la casa de mis padres empecé a pelearme con todo el mundo, a enojarme conmigo. Corrí (a toda velocidad) a una librería. Me encerré en mi cuarto y comencé a escribir un discurso de inauguración, ¿Por qué? No sé, porque se me ocurrió. Y cuando lo terminé comencé a dar vueltas sobre mí misma. Volví a abrirlo y seguí escribiendo, otro título y otro más. Lo guardé en el morral y salí para la rambla. Me desvié a la playa y lo volví a abrir, seguí escribiendo.

El deseo contenido jugó en contra de la amistad, llegué con mis amigos bastante más tarde, sin necesidad de muchas palabras entendieron enseguida lo que había pasado.


3 comments:

Anonymous said...

.. Hola ,, Saludos

.. Me parece Fascinante ,, tu manera de ver, sentir, la escritura ,, o la necesidad de escribir..
Que yo he tenido muchas ideas para escribir,, pero no concreto ,, me pierdo,,

.. Tu podrias ser una magnifica escritora ,, esta entrada te mantiene atento desde el principio ,, de verdad .

JuanT said...

Uh, yo también llevo un diario, pero al pobre le escribo muy poco, porque mi auto censura es tan grande que no termino escribiendo casi nada, y lo poco que escribo no me gusta mucho. De todas maneras, más mal o más bien siempre voy llevando algún apunte, aunque mi vida se pierda en ficciones o en pensamientos que no son los que tenía en ese momento, de algún modo creo que algun dia me sentaré y leeré para atrás y reviviré mi forma de ser y sentir en ese momento, aunque el texto de eso no diga nada.

Yo tengo como regla auto impuesta no leer un cuaderno hasta terminarlo, lo que me puede llevar años, ¿vos no te ponés ninguna regla?

Emma said...

En realidad eso de las reglas no me da mucho resultado porque suelo no cumplirlas. Además, escribo bastante seguido (es dietario lo q llevo más que diario) entonces termino el año con dos o tres cuadernos diferentes, todos terminados. Se me había dado por hacer una inauguración, una página de bienvenida. Pero en el anterior (lo terminé en agosto) hice una de despedida y me quedó re linda. Fue la mejor carta de despedida que me escribí, llena de esperanza.